Si un hombre se enamora de un hada se aventurará en una relación llena de sufrimiento y obstáculos. Ese amor que debería hacerle al hombre el más feliz de la Tierra, si es compartido con un hada, le llevará lo más seguro a un final no precisamente feliz.
Las hadas buscan el amor de los mortales porque en su unión con ellos adquieren el alma que tanto ansían, y así se liberan de aquel hechizo que una vez les hizo convertirse en seres sobrenaturales. Sin embargo, esto les llevará a separarse de los suyos.
Cuando el hombre enamorado alarga su mano sobre ella y ésta la recibe de manera dócil, ya se considerará su esposa. Será a partir de entonces cuando su carácter caprichoso se volverá sumiso y obediente ante su esposo. Pero ante esto el hada siempre pondrá una única condición que el marido debe cumplir; si éste llega a romper la promesa en algún momento, ella se verá obligada a volver con los suyos. Suelen ser condiciones muy peculiares tales como no pronunciar nunca su nombre o que no la mire mientras toma el baño.
Las hadas no comparten ningún tipo de acto cristiano, por lo que este matrimonio se tratará de un compromiso pactado mediante la palabra.
Sin embargo, por su carácter, nunca se llega a saber si las hadas llegan realmente a amar a su esposo o simplemente se dedican a obedecer y a llevar una relación más tranquila para llegar incluso a compartir una cierta felicidad.
Por ello debe ser que hay quienes dicen que la verdadera historia de amor es la que termina de modo trágico: la relación perdura con el tiempo, ese tiempo termina en rutina y la rutina mata al amor.
Autor: Susana Sanz Moreno.
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