martes, 1 de noviembre de 2011

LA ANJANA DE MIS SUEÑOS... (Un bello relato)





   
Desde mi madura adolescencia, sueño por descubrir que existen seres mágicos con los que podemos habitar virtualmente, mas allá del materialismo que nos rodea por todas partes. Percibir a una preciosa ninfa, una Anjana de medio metro, con su cabeza  adornada con florerillas silvestres, con túnica blanca y cara angelical
Yo que camino casi de puntillas, y que a veces vuelo por encima de esta selva asfáltica que llamamos sociedad, quiero adentrarme por un bosque donde poder encontrar  la magia  de soñar despierto para convivir imaginativamente, con seres de buen corazón, seres fantásticos pero de una gran belleza interna.

   Esta semana haciendo un curso de  informática, me dio la profesora, la descripción de una Anjana soñada que todos llevamos dentro de nuestra imaginación. Yo que soy un soñador me fui tras ella por los bosques de Cantabria.
Muy cerca del pueblo de Ruente (Cantabria), hay un monte llamado A,A. Si te adentras ,entre su frondosidad, existen árboles milenarios, tejos , como el “Belén” con cavidades hogareñas para refugio de pastores.

    También se encuentra por allí “El Mellizo” un enorme árbol que no le abrazan ni entre diez personas. De ese bosque, guardo un recuerdo, un árbol llamado “El Cubilón”, el mas viejo del monte, al que un día fui a visitar, y por su ancianidad, encontré muerto. Yacía silencioso en el suelo, con toda su enorme largura. Yo le dedique un escrito:  “Adiós Cubilón”, Solo me quedaron las fotos que nos hicimos con mis hijos.

Creo que es el lugar que yo buscaba para hacer reales a los seres que percibimos entre la frondosidad del bosque. Son listos y fugaces cuando nos contemplan detrás de las ramas, casi oímos como les late el corazón, pero muy raras veces se confían de nosotros. Solo les vemos con los ojos del alma, porque huyen de nuestra vista, pero siempre hay alguno que traspasa su fantástico mundo, y nos acompañan visitando sus habitáculos del bosque.

    Pero como os decía, yo vi a una Anjana sonreír, me llamaba con sus diminutas manos y… desaparecía entre las brumas del otoño cantabro. Era como una mariposa en arrullo, la seguí, pero su diminuto cuerpo se hacia cada vez mas imperceptible. Entre las ramas, se filtraban rayos de sol convirtiendo al bosque en un escenario mitológico, parecía un sueño inalcanzable, la seguía porque la presentía a mi lado, pero no terminaba de verla con claridad. La llame casi gritando, no podía alcanzarla, iba corriendo, oscurecía y mi corazón latía fuerte.

-  Sal de tu escondite, le dije suplicante…

Le pedí que me dejara verla, y de golpe apareció detrás de un árbol. Sus ojos grandes y profundos, me  miraban con cierto temor, me pareció bellísima pero con la mirada un poco triste. Sonreía.
-  Como te llamas? Le dije…
-  Me llamo Luna.
-  Me gustaría ser tu amigo.

Ella movió sus alas y se elevo sonriendo a un par de metros del suelo. Intente alargar mi mano para acariciarla, pero con su aleteo se elevo algo más.

La miraba  como si de una aparición religiosa se tratara, me veía  empequeñecido, allí mirando casi en un ademán de adoración. Estaba cautivado. Quería retenerla, hablarla antes de que desapareciera.

-Dime algo, le rogué…
-Me gusta la poesía, me dijo.
-Te haré un verso, le dije.
-¿Nos veremos otro día?
-Si quieres verme, déjame un poema en este árbol, y mira atento, que  yo siempre espero a los que vienen humildes con alma de niño.

Casi era de noche, tenía que encontrar el camino de vuelta.

-Adiós Luna, adiós….
- yo te alumbrare el camino, como si fuera una luciérnaga.

Mientras se escuchaban risas, quizás de los duendecillos burlones. Caminaba con el temor de un sobresalto, por si aparecía el malvado Ojancano. Todo esto me parecía increíble, era la realidad de un sueño que se necesita vivir de vez en cuando. Una vez en casa, me puse a escuchar música del bosque, y me fui inspirando pensando en la promesa que le hice a la Anjana…

OJOS TRISTES

Mirada fugaz entre sonrisas,
Ojos tristes, ¿Qué hay detrás de tu mirada?
Tus pupilas galopantes no retengo,
Porque  huyen a esconderse en tus pestañas.
¡Ay Luna… si yo pudiera retener el tiempo en tu sonrisa,
Y como un microscopio reflejar en una lágrima,
Para vivir un sueño en poesía,
Y sentirme esclavo en tu mirada.
                                                                                     

 (Jacinto Herreras Martín)

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