miércoles, 5 de octubre de 2011

LAS HADAS, LOS ELEMENTALES DE LA NATURALEZA...

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Hadas, Fate, Fées, Fairies, Mouras, Anjanas, Damas Blancas, Goges, Xanas… Dependiendo de la región y del país, aparecen las maravillosas hadas, cuyos nombres y a veces algunas características cambian según el nivel de conciencia, la cultura y su arquetipo dominante, o también según la cosmovisión general del pueblo que las nombra.
El vocablo hada sirve para designar a los seres elementales que provienen de los cuatro elementos esenciales: aire, fuego, tierra y agua, que además de pertenecer principalmente a su reino están formadas por luz, vida, belleza, amor y muerte. Al ser seres pertenecientes a la Tierra, están embebidos de dualidad: no son puramente buenas, ni puramente malas. En los cuentos de hadas, los mejores ejemplos de esta dualidad están en “La Bella y la Bestia” (el hada buena que al ver al joven príncipe ser egoísta y cruel le da una apariencia bestial, hasta que el verdadero amor le rescate de sí mismo) o en “El príncipe sapo” (el egocentrismo de los padres del príncipe que se olvidan de agradecer al hada que les ayudó a concebir al niño, y por ello transforma al joven en sapo. Nuevamente es el amor lo único que le devolverá su forma original). Asimismo, el muy celebrado “La Bella Durmiente del Bosque” (que en su versión original, es la ira del hada al ser marginada y olvidada lo que hace que, en venganza por semejante afrenta, castigue a los reyes y la pequeña princesa deba morir, aunque al final ésta es salvada por un beso de amor).
Algunas señoras de la luz o Fairies, que habitan Inglaterra, se casaron con seres humanos y crearon una enorme descendencia de fairies (menores). Las grandes señoras de la luz se ocultaron por siempre bajo las montañas a los ojos humanos; tal vez vuelvan a surgir en otros tiempos, mientras que las jovenes iluminan la naturaleza y viven en cualquier rincón, esperando ver la primera luna de mayo para salir a bailar.

En Irlanda existen las más numerosas y de mayor poder en todo el mundo europeo. Cabe recordar aquí que al inicio de la era cristiana, Irlanda era el fin del mundo conocido, y por lo tanto el último bastión de los seres mágicos. Estas hadas son conocidas como Sidhe Daoiney y son una especie muy antigua, aristócratas y bellas. Ellas se vuelven temibles y son capaces de enfermar o enloquecer a quien se atreva a irrumpir en alguno de sus secretos. En las celebraciones de Samhain y de Beltane, se abre la puerta entre los mundos y ellas salen de sus moradas habituales hacia las colinas para celebrar la plenitud de la luz o de la noche.
Aman la música, cantan con una voz cautivadora y melodiosa (como  menciona Marion Zimmer-Bradley en su libro “La casa del bosque”, haciendo referencia a las mujeres druidas en su aspecto de bardos, que aprendían a cantar para incrementar su poder mágico). La reina de estas hadas es Maeve (conocida como Mab en Inglaterra e importante personaje en la obra “Sueño de una noche de Verano” de Shakespeare). Esta hada es legendaria y con sus cabellos ondulantes y sus blanquísimos velos, recorre las colinas en un precioso carruaje.
En España, las hadas adquieren distintos nombres según la región a la que pertenecen. Así por ejemplo, se denominan mouras en Galicia, xanas y ayalgas en Asturias, anjanas en Cantabria, lamias en Navarra y el País Vasco, dones d’aigua en Cataluña, damas blancas en Baleares, moras encantadas y hadas en general en el resto de la Península. Estas hadas son descendientes de la tradición germano-céltica y de la cultura clásica mediterránea, lo que les hace tener matices ligeramente diferentes de sus congéneres.
En Francia, las Fées se cree que nacieron al comienzo de los tiempos, antes de que existiera la diferenciación entre mar y tierra, cuando apenas se empezaba a distinguir la luz de la oscuridad. Una de sus moradas preferidas está en los dólmenes, donde los Korreds, elfos de la oscuridad, transportaron el pesado material con que se construyeron aquellox megalitos. Se dice que en el siglo XIX desaparecieron, prometiendo regresar después de un siglo, pero aún no se ha sabido de ello. Es posible que se las aviste en Bretaña, una de las regiones más importantes de este reino maravilloso. También se casaron con humanos, y su descendencia está relacionada con seres de la naturaleza y fenómenos atmosféricos.
Las Fate italianas son poseedoras de gran belleza y poder. Se transforman con frecuencia y adquieren la figura de ancianas o de preciosas jóvenes. Algunas gustan de transformarse en animales. Viven en toda Italia y Croacia. Habitan especialmente en bosques, grutas, cuevas y fuentes de agua pura. Protegen los árboles de la destrucción y abuso. De esta familia vienen las Sibille de Abruzzo, las Binidica de Sicilia y las solitarias Giane de Cerdeña, quienes se dedican a hilar y tejer (como símil con las antiguas moiras o parcas griegas),  al tiempo que cantan dulces melodías que encantan y hechizan a los humanos.
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El secreto del nombre de las hadas
Tal y como afirma el investigador español Jesús Callejo, “el poder del nombre está relacionado con la creencia de la fuerza creativa del sonido: aquello que se invoca en voz alta, utilizando los vocablos correctos, acaba por cumplirse.”
Esta premisa es muy cierta hablando de las hadas, ya que también entre ellas se da la prohibición de usar el nombre. (Véase el artículo ‘El Poder del Nombre’, en la categoría ‘Magia blanca y Alta Magia’).
Trae mala suerte nombrarlas directamente. De aquí las innumerables alternativas, como “La Pequeña Gente”, “La Buena Gente”, “Las Personas Superiores” o, en la tradición celta, “La Gente de la Colina”. Los irlandeses las llaman sidhe, “La Buenas Gente”; los escoceses las sith, “La Gente Pacífica”, y en las Tierras Bajas se les llama “Los Buenos Vecinos”. Las hadas de Mans son “La Pequeña Gente”, “Los Pequeños Sujetos” o “Ellos Mismos”. En Alemania también se les llama Kleine Volk o “Gente Pequeña”, mientras que a los enanos se les puede llamar Wichlein o “Pequeñas Criaturas”; pero en la Bretaña superior un hada se convierte en Margot la Fée, Bonne Margot o, simplemente, ma Commere, mi Madrina. Algo parecido sucede en el resto del mundo.


El nombre de Dios es suficiente para provocar la huida de las hadas o cualquier poder maligno. El investigador James Kirk dice que las hadas “desaparecen siempre que oyen que se invoca Su Nombre o el Nombre de Jesús, y no pueden actuar después de haber oído ese nombre sagrado”.


Bibliografía:
“Vida, secretos y costumbres del mundo encantado de las Hadas”, de Teresa Martín. / “Cuentos de Hadas. Alegorías de los Mundos Internos”, de J. C. Cooper.

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