lunes, 24 de octubre de 2011

LAS HADAS Y LOS SERES FEERICOS, LAS BANSHEES...¿HABITANTES DE UN AMBITO SUBTERRANEO?...

(Interesante articulo sobre los Intraterrenos, y la posibibilidad de que el Mundo de los seres feéricos , pertenezca tambien a este ambito subterraneo)¨


Puertas interdimensionales

Las puertas dimensionales a otros Universos son posibles a la luz de la física moderna.Son muchas las tradiciones que sostienen la existencia efectiva de gentes pertenecientes a una avanzada e inaccesible civilización que gobierna, entre otros lugares, las entrañas de la Tierra: un imperio al que se accedería a través de algunas grutas y cavernas dispersas sobre todo el planeta.
El planeta entero parece surcado por una red energética y telúrica, compuesta de innumerables "líneas ley", en cuyos nodos o puntos de encuentro suelen darse fenómenos que pertenecerían a los límites de nuestro mundo. Es en esas líneas donde prosperan las historias sobre "apariciones" de seres extraños o de humanos que se han visto transportados al "otro lado". La mayoría de estos espacios parecen corresponderse con fallas, cavernas y oquedades del terreno, que parecen actuar, quizá por algún extraño fenómeno de resonancia en un espacio "vacío" recubierto de materia densa, como "puertas" dimensionales.
Tomás de Erceldonne, como vimos, entró en ese extraño mundo a través de una gruta. No es, desde luego, un caso único. Si tomamos literalmente el contenido de muchas historias acerca de viajes a un mundo paralelo al nuestro, algunas oquedades del planeta parecen haberse comportado como portales de acceso al otro mundo.
En el siglo XIII, Gervasio de Tilbury, un clérigo erudito, escribió una curiosa obra a la que tituló Ocios Imperiales. Recoge en ella un extraño relato que oyó en Sicilia, cuyo famoso volcán, el Etna, sería una de esas puertas. El protagonista de la historia era un palafrenero del obispo de Catania. Mientras dormía, perdió el caballo del prelado. Como no lo viera a cielo abierto se puso a buscarlo en el interior de las grutas. En una de ellas halló un camino angosto que acabó conduciéndole a una enorme pradera llena de todo tipo de encantos y maravillas. Sobre ésta encontró un palacio. Se introdujo en él y halló allí al rey Arturo sobre un lecho. Éste mandó buscar el caballo, y el palafrenero fue enviado de nuevo al exterior con presentes para el obispo. Cierto es que pudo tratarse de una alucinación, pero es curioso que los mismos detalles se repitan en todos los relatos.
El reverendo Robert Kirk, que en el siglo XVII ejerció como párroco de Aberfoyle, una localidad escocesa próxima a Glasgow, dedicó una famosa obra a los que él llamaba "Subterráneos": La Comunidad Secreta. En ella expone numerosas tradiciones locales sobre los misteriosos habitantes del submundo y sobre las personas que viajaron a esta misteriosa región.
La noche del 14 de mayo de 1692 Kirk se dirigió a un montículo conocido como Fairy Knowe, precisamente una de esas colinas bajo los cuales, supuestamente, vivían "los subterráneos". Allí sufrió un ataque de apoplejía. Algunos afirman que en realidad no murió, sino que la tierra se abrió bajo sus pies y fue arrebatado hacia "el otro lado". Se cuenta también que, poco después de su desaparición, se habría presentado ante un primo suyo para comunicarle que no había muerto, sino que estaba secuestrado, y dándole las instrucciones necesarias para que le liberara un día determinado. Se dice que el día señalado Kirk intentó la fuga, apareció entre los dos mundos en el momento indicado, pero su primo fue incapaz de reaccionar y no se supo más del párroco. Si la leyenda fuese cierta, el reverendo Robert Kirk todavía permanece atrapado en alguna región del espacio-tiempo.
En las tradiciones occidentales, los habitantes de ese ámbito subterráneo al que se accede por algunas aberturas son las hadas y los seres feéricos, las banshees o bean-sidhe, los habitantes de un ámbito subterráneo que, en realidad, no pertenece del todo a este Universo, pero al cual se accede en ciertos puntos de la Tierra; un mundo en realidad muy próximo al nuestro.

En la mitología celta, un pueblo desconocido y superdotado, los Tuatha de Dannann, a quienes se calificó de dioses venidos de misteriosas islas de las que trajeron consigo ciertos objetos mágicos, invadió Irlanda. Sea como fuere, los Tuatha de Dannann, estos poderosos dioses, tuvieron que ocultarse. ¿Dónde lo hicieron? Bajo las colinas, bajo el sidhe, en alguna región donde el tiempo no transcurre como en nuestro mundo y al cual se accede a través de ciertas "puertas", las mismas a través de las cuales los Tuatha de Dannann pueden regresar a nuestro espacio-tiempo. Es curioso que ese otro mundo no se sitúa en ninguna dirección espacial concreta, sino que se le concibe como sobrepuesto, "adyacente" o paralelo a éste. Los viejos dioses, con la llegada del cristianismo, se habrían ido transformando, en la imaginación de las gentes, en los seres feéricos, los pueblos de las hadas de las leyendas occidentales.

En los relatos paganos, sin embargo, los dioses, habitantes del otro mundo, salen de aquél para intervenir en éste y a menudo muestran un profundo conocimiento y poder sobre la naturaleza del espacio y del tiempo. Uno de ellos, Dagda, según un mito irlandés, envió a un hombre, Elcmar, a un viaje. El objetivo era sacar de su casa al pobre Elcmar para que Dagda pudiera concebir un héroe con su esposa y que a ésta le diera tiempo para dar a luz antes de que regresara. Elcmar creyó que había estado viajando sólo durante un día, pero a su regreso habían transcurrido nueve meses y el hijo de Dagda ya había nacido. Si aplicamos a este caso la transformación de Lorentz, como hicimos con Tomás de Erceldonne, nos encontramos con que Elcmar tuvo que viajar a la velocidad de 299.787,9 km. por segundo, algo menor que la que habría experimentado Tomás, pero desde luego también increíblemente próxima a la velocidad máxima permitida en este Universo según la teoría de la relatividad: la de la luz.
Fuentes, lagos, grutas, oquedades en suma. La entrada al mundo paralelo parece viable en algunos de estos parajes, que más que dar a un espacio subterráneo parecen desembocar en alguna región desconocida, en un mundo adyacente al nuestro.
Pese a que la mayoría de los inmortales chinos se sitúan en islas míticas, en esta cultura se dice que hay otra clase de inmortales, los ti shien terrestres, que abandonan este mundo para penetrar en alguna montaña. Pero nuevamente aquí no se trata tanto de introducirse en un mundo subterráneo como del tránsito a una realidad aparte, cuya entrada sería alguna oquedad en la montaña.
Curiosamente, la mayoría de las leyendas ubican a esos inmortales terrestres allí donde las tradiciones tibetanas sitúan la mítica Shambhala, un imperio subterráneo, cuyos habitantes formarían parte de una avanzadísima cultura y serían capaces de emerger a voluntad en nuestro mundo si sus intereses lo requieren.
Algunas escuelas budistas de Mongolia sostienen que en las regiones no materiales del hipermundo existen planetas con sus propios habitantes, estrechamente relacionados con objetos y planetas del Universo material. Un nexo de unión semejante existiría entre el planeta Tierra y determinada región de la constelación de Orión. Y es que parece que los lamas conocían ya, desde hace siglos, la existencia de los "agujeros de gusano", pliegues en la malla espacio-temporal que conectan, como si de un atajo se tratara, regiones espaciales aparentemente muy distantes entre sí. ¿Por dónde se "adentran" los agujeros de gusano? Quizá en los dominios no materiales, en las regiones a las cuales se accede cuando se supera la velocidad de la luz.
No es una idea nueva. El profesor y físico John A. Wheeler propuso la existencia de un mundo imperceptible para nosotros, compuesto de partículas a las que denomina "geones" y ligadas a la curvatura del espacio que se observa en nuestro Universo atravesado por los agujeros de gusano. Éstos serían "túneles" que se despliegan a través del hiperespacio.

En todo el planeta Tierra

La "muerte aparente" del rey Arturo que, según las leyendas, fue trasladado a la tierra de los inmortales (el país de la eterna juventud). Sea como fuere, Shambhala tiene su equivalente prácticamente en los cinco continentes del globo. Sudamérica cuenta con sus propios relatos acerca de misteriosas ciudades subterráneas, e incluso existen casos de personas que sostienen haber viajado en sus extraños vehículos. Así lo afirman muchos testigos que habitan en la montaña brasileña de Santa Catarina.
Un curioso documento aparecido en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro menciona una expedición portuguesa del año 1734 a la montaña Rocador del Mato Grosso. Los exploradores, introduciéndose en una caverna, habrían llegado hasta una ciudad y encontrado a dos hombres rubios. Un indio fue enviado a Río para dar cuenta del descubrimiento, pero los expedicionarios desaparecieron para siempre.
En el otro extremo del continente, los esquimales suponen que llevan generaciones conviviendo con los equidneet, la "gente del interior de la Tierra". También aquí se cuentan cientos de relatos sobre esquimales internados en las grutas de las montañas de Tanana y condenados a vivir para siempre en el mundo de las tribus subterráneas. Idénticas tradiciones tienen los indios mandan, los sioux y otros muchos grupos.
No menos curioso es que los indios se refieran al otro mundo como a la Gran Llanura, tierras de enormes y paradisíacas praderas donde la gente no envejece y tiene todo lo necesario para llevar una vida feliz en un eterno presente. La Gran Llanura, justamente otro de los nombres celtas para denominar a la Tierra de la Eterna Juventud, es un lugar al cual se accede por las oquedades de la tierra.
La leyenda de Loegairé Liban nos relata las aventuras de Loegairé y de sus cincuenta compañeros en la Mag Mell, a la que accedieron a través de un lago. Allí permanecieron un año, hasta que sintieron nostalgia de su tierra. Pero ellos siguieron al pie de la letra las advertencias de las gentes del mundo paralelo y no pisaron el suelo, un detalle que sugiere que no abandonaron el umbral entre los dos mundos. Una vez allí, el padre de Loegairé le pidió que se quedase con él a cambio de su reino. Pero éste se negó y regresó para cantar las bellezas de la Gran Llanura: "¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass! Es cerveza lo que cae cuando llueve. Se va de reino en reino... ¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass! Fui dueño de la espada azul. ¡Una noche de las noches de los dioses! No la daría por todo tu reino". Y luego regresó con todos sus hombres al "otro lado", donde se dice que aún reinaría en el palacio de la Llanura Agradable, disfrutando de un eterno presente.
Francisco Javier Arriés

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